La pandemia por el dichoso COVID nos cortó el paso en nuestros “encuentros de teresianos”. Desde Ronda y Córdoba no nos reuníamos (años 2018 y 2019). Granada era el punto de mira, pensado y aplazado hasta poder respirar mejor, y nunca mejor dicho.
Tres pautas eran la clave para nuestro quehacer desde la distancia y cercanía: punto de encuentro, esparcimiento y alojamiento, para el sábado, día señalado en el 16 de septiembre. Lo demás, venía rodado. Y con estas premisas, el día anterior comenzó a tomar sabor en los primeros que iban llegando, con una alegría sana y generosa; como el día siguiente, visitando algunos de los participantes al P. Antonio José de Torres, compartiendo el almuerzo con él en Úbeda.
La guinda, sin excepción, fue el sábado. A pesar de los contratiempos por la salud en algunos familiares, nos reunimos cuarenta personas. Y fue en la Plaza de San Juan de la Cruz, ante la iglesia de las MM. Carmelitas Descalzas de Granada, el lugar señalado para nuestros abrazos con las fotos insalvables. Ya, dentro del templo, tuvimos nuestro momento de ambientación, oración, silencio y canto. Si tímidamente iniciamos el himno “a tus plantas, oh Niño de Praga”, con el “adiós Madre Divina” se animaron las voces, que casi se convirtieron en concierto, por su fervor, en la “Salve Regina”; parecía que resonaba el templo a gloria bendita.
Por Plaza Nueva, la de la Real Chancillería, subimos la Cuesta Gomérez, adentrándonos en el cerro de la Alhambra, para dirigirnos al Carmen de los Mártires. Era nuestro punto preferido donde gozamos de su historia y aires sanjuanistas (gracias a D. Miguel Fermín de Haro Iglesias, antiguo teresiano de Baeza) como a la lectura poética que nos preparó D. José Antonio Puerta Puerta (teresiano de Córdoba), ambos sacerdotes de la diócesis de Granada. En este lugar gozamos del árbol que plantó San Juan de la Cruz, del acueducto en el que participó con sus propias manos, del estanque, del lugar conventual con su silencio, creatividad, flora y vistas. Aquí resonó el Cántico Espiritual como la Noche Oscura a belleza orante, en las voces de Isaías Largo y Fernando Otero. Y, siempre, las fotografías como documento gráfico.
La bajada casi fue más fácil. Las monjas Comendadoras de Santiago, en el barrio del Realejo, nos esperaban con la comida. Cada uno había elegido con antelación su menú. Gracias a la pericia de Juan Ávila, “metre momentáneo” se agilizó lo que se pudo para comer casi a la par y todos a la vez. No fue fácil, pero se dio. Y nuestro amigo Ávila, otra vez, nos sorprendió con los “caldos tintos” para degustar mejor el almuerzo. Y para que no nos faltara el perfume, nos obsequió “palo santo” del Perú. Por su parte, el P. Paco López, nos regaló un libro sobre San José y el Escapulario del Carmen. Y por si fuera poco, nos volvimos cargados de sueños y proyectos marcados por la lotería que compramos en la misma casa al padre Carmelita, para ayudar al Carmelo Seglar de Jaén como a la Comendadoras que andan restaurando su retablo.
Tocaba despedirnos y señalar nuestro futuro encuentro. Y se apuntó alto, muy alto: “Las Ermitas de Córdoba”. Ya estamos contando con el “encuentro” que se indique para el 2024.
FVLF