Dado que no se pudo asegurar una vuelta inmediata, el lunes, 17 de julio, por la tarde pudimos bajar alguno a recoger lo imprescindible a Batuecas y decidimos trasladarnos a nuestra casa de Alba de Tormes. Aquí estuvimos hasta que nos dieron el permiso para volver. Tratamos de vivir en comunidad con un ritmo muy similar a Batuecas. Hemos estado además de los miembros de la comunidad, -que recuerdo somos los Hnos. Socorro y Eliseo, el H. Frederik se incorporó una vez vueltos a Batuecas-, los PP. Lázaro y Francisco-, un sacerdote portugués, Nuno, que lleva con nosotros unos meses, un sacerdote mejicano que quería pasar con nosotros un mes, Ricardo, nuestro cocinero Jesús, y Ricardo, seglar. que desde tiempo atrás pasa una temporada con nosotros y otra en el monasterio de Escalonías. Agradecemos desde aquí al P. Miguel Angel sus desvelos por hacernos grata la estancia de evacuados.
El viernes 22 de julio, ya autorizados para volver, emprendimos el regreso con lo poco que habíamos llevado y lo mucho que tanto en La Alberca como en Alba nos han ido dando, para aliviar nuestra situación, sobre todo en alimentos y dulces. La vuelta la hicimos en tres coches. La casa, al no haber sido afectada por el fuego, estaba preparada para recibirnos. No volvimos a instalar sin dificultad alguna, y comenzar nuestra vida regular.
La impresión de los efectos causados por el fuego no es tan llamativa, se ven algunos cercos donde fue más agresivo y otros donde no parece haber pasado nada, en general el verdor del valle se conserva y es necesario mirar a determinados puntos para ver los efectos del fuego. Es una primera impresión, cuando podamos caminar por el monte podremos constatar más de cerca los daños causados.
Agradecemos vuestra cercanía con la oración y con el interés mostrado por saber de nosotros. En nuestro caso la experiencia de evacuación ha sido muy mitigada por la acogida tan singular que hemos recibido en La Alberca, somos “sus frailes”, y el cuidado exquisito con el que el P. Miguel Ángel preparó el convento de Alba para acogernos. Aunque la situación era extraordinaria hemos podido seguir el ritmo regular de Batuecas, con la gracia de poder celebrar la Eucaristía junto al sepulcro de Ntra. Sta. Madre, cada día en la misa de peregrino, a las 12,30.