Todavía arden los rescoldos de todo lo vivido el año pasado al recordar tu 150 aniversario de nacimiento. El tiempo pasa, ¿pero qué son 150 años ante la eternidad? Tú misma, siendo todavía novicia, detallas en una carta a tu hermana Celina que la vida es solo un instante entre dos eternidades. Todo esto nos ayuda a vivir de otra manera. Y hoy, en el día de tu fiesta, ponemos otra vez la mirada en ti.
Es bueno aclarar que tu amado Jesús no te llamó a vivir la eternidad el 1 de octubre de 1897, sino el 30 de septiembre. Lo que pasa que ese mismo día del año 420 moría en Belén, un gran santo, San Jerónimo, uno de los mayores Padres de la Iglesia que tanto nos acerca la Biblia al traducirla al latín. Por eso dicho día lo celebramos a él y al día siguiente tu fiesta. En esto quiero fijar mi atención, pequeña Teresa. San Jerónimo te precede en el camino hacia el cielo muchos siglos antes y además te deja el camino abierto para que te metas de lleno en el Evangelio. ¿Qué sería de nuestra vida si no lo tuviéramos siempre a nuestro lado? En tu Historia de un alma, nos dejas muy claro que es tu alimento sólido y totalmente puro, […] en el Evangelio hallo todo lo que necesita mi pobre alma. Siempre descubro en él luces nuevas, sentidos ocultos y misteriosos…
Y si unimos todo lo que nos regalas, llegamos a tus últimos días en este mundo, a tus Últimas conversaciones en las que nos dejas un testamento precioso. Algo que deberíamos vivir todos como tú, querida Teresita, ¡meternos en el hogar de Nazaret!:
«¡Qué hermoso será conocer en el cielo todo lo que ocurrió en el seno de la Sagrada Familia! Cuando el Niño Jesús empezó a ser mayorcito, al ver ayunar a la Santísima Virgen, tal vez le diría: «A mí también me gustaría ayunar». Y la Santísima Virgen le contestaría: «No, Jesusito, tú eres todavía demasiado pequeño, no tienes fuerzas». O quizás no se atrevía a negárselo.
¿Y San José? ¡Ay, cuánto lo quiero! Él no podía ayunar, debido a su trabajo.
Lo veo acepillar, y después secarse la frente de vez en cuando. ¡Qué lástima me da de él! ¡Qué sencilla me parece que debió de ser la vida de los tres!
Las mujeres de la aldea irían a charlar familiarmente con la Santísima Virgen. A veces le pedirían que dejase que el Niño Jesús fuese a jugar con sus hijos. Y el Niño Jesús miraría a la Virgen para saber si debía ir o no.
Lo que me hace mucho bien, cuando pienso en la Sagrada Familia, es imaginármela llevando una vida totalmente ordinaria.
Teresita, gracias, muchas gracias por mostrarnos el camino hacia el cielo; un camino que se hace mucho más sencillo cuando nos acompaña alguien tan especial como tú, la santa de la infancia espiritual, del evangelio vivo, de la confianza, del amor misericordioso, del fuego por salvar almas… Nos ayudas tanto a vivir con la mirada en el cielo…
Me despido, pero no sin antes recordar que dentro de poco, en 2025, celebramos el centenario de tu canonización. Será otro año de gracia donde se derramará de nuevo tu fecunda lluvia de rosas sobre este mundo que tanto necesita de guías que nos hagan ver todo de otro modo, como tú, pequeña Teresa, lo hacías en la tierra, como alguien que se deja llevar al cielo al ponerse en las manos de Dios…
Sigue siempre a nuestro lado, Teresita, no nos dejes, intercede por nosotros ante Dios para que vivamos siempre en unión con Jesús, María y San José,
Fr. Rafael de la Virgen de la Antigua OCD