«Mi profesión solemne simplemente es la confirmación muy discernida y acompañada de la llamada primera que Dios me hizo»

6 Dic 2023 | Actualidad

¿Cuál fue el momento o la experiencia que te llevó a sentir que tenías vocación religiosa?

Todo empezó de pequeñito, cuando tenía unos 8 o 10 años, en mi colegio San Viator de Huesca (España), mi profesor de religión, Rafael Gállego, un sacerdote religioso de la Congregación de San Viator, vio que yo mostraba mucha “especial dedicación” a la asignatura de religión y que hacía unos cuadernos muy cuidados. Un día conversando con él en una evaluación de mis sencillos trabajitos, me dijo directamente si yo había pensado en ser sacerdote o religioso. Eso quedó allí como una semillita y al cabo de muchos años, esa semilla dio fruto, de forma inesperada para mí. Después vendría la primera comunión y la confirmación, pero mi espíritu juvenil libre me hizo alejarme de la Iglesia durante 10 años. Una confesión con un monje benedictino en el Monasterio de Leyre cambio mi vida para siempre, tuve la experiencia espiritual más transformadora y liberadora que jamás podría haber soñado.

Tras un año de intensa búsqueda espiritual en un grupo de fe en la parroquia de los Salesianos de Huesca, acompañándome con un sacerdote salesiano, vida sacramental, etc. Gracias a un carmelita descalzo, amigo de mi padre desde la juventud, Sergio Marqueta, me recomendó ir a un retiro espiritual con otro fraile Carmelita Descalzo: Pedro Tomás Navajas, y con la ayuda de una carmelita misionera de la India, Beatrice D´Cunha, Papá Dios tenía preparado un camino inesperado para mí, el Carmelo Descalzo… esas mediaciones fueron determinantes para descubrir mi llamada como hijo de Teresa de Jesús y Juan de la Cruz, gracias a ellos he conocido el Carmelo, la familia que ha seducido mi corazón para siempre.

¿Cómo describirías tu llamada a servir a Dios de manera más profunda?

Antes de descubrir mi vocación como Carmelita, estuve 10 años colaborando de voluntario con los Hermanos Franciscanos de Cruz Blanca en Huesca, una acción social y caritativa de gran intensidad con pacientes de perfiles de todo tipo en riesgo de exclusión social, toxicómanos, mujeres del ámbito de la trata, pacientes con ELA, pacientes con psiquiatría, etc. Era mi pasión y allí conocer a Cristo escondido en ellos… pero años después de entrar en la Orden de los Carmelitas Descalzos, mi madre me preguntó: “porque has elegido una Orden de raíz contemplativa y no te has metido con los Franciscanos de Cruz Blanca si llevas colaborando con ellos 10 años” y yo sin darme cuenta, le respondí: “porque he estado muchos años hacía afuera, hacia afuera, y ahora siento que Dios me ha llamado para meterme hacia dentro, dentro” (yo no fui consciente de esta respuesta, de hecho ni me acordaba que le respondí esto, pues me lo recordó mi madre años después). Tras 9 años de formación y vida consagrada en el Carmelo Descalzo, me he dado cuenta que la vida de oración intensa, de oración de intercesión, tiene el mismo efecto o más poderoso si cabe para la acción social y la caridad con los marginados de la sociedad, que lo que puede hacer Teresa de Calcuta o cualquier persona que entrega su vida al cuidado de los enfermos. Esto es un tema muy largo y que podemos intuir en la oración de Jesús en el evangelio de Jn 17.

¿Cómo ha sido tu proceso de formación espiritual y académica hasta este punto?

En todas las etapas de mi proceso formativo en la Orden —postulantado, noviciado y estudiantado (8 años)— he tenido la inmensa fortuna de tener formadores que me han acompañado con una delicadez y cercanía exquisita, con el estilo teresiano de la determinación, profundidad, humanismo y valentía… los 7 años invertidos en el estudio de la carrera de Teología, mas todos los cursos de formación interna carmelitana (la Orden nos ha ofrecido con sobreabundante generosidad cantidad y cantidad de cursos sobre Santa Teresa, San Juan de la Cruz y místicos del carmelo, con los mejores especialistas del mundo), pues bien, he experimentado cómo toda esa formación académica, sin una vida de relación íntima con Cristo en la oración, sin un camino de crecimiento en la humildad y en la vida fraterna, sin un acompañamiento espiritual que nos “desengañe” de nuestras percepciones subjetivas y nos ponga en verdad, toda esa formación sería mera teoría abstracta desencarnada. Por eso siempre digo, y no me cansaré de decirlo, que en estos 9 años he tenido la fortuna de formarme en dos universidades: la vida fraterna conventual con los hermanos y la carrera académica de teología… ambas realidades han sido esenciales para mi crecimiento integral.

¿Cómo ha sido tu proceso de discernimiento hasta llegar a la profesión solemne?

Desde que entré en la Orden hace 9 años, he tenido la gran fortuna de tener formadores y directores espirituales que me han acompañado y ayudado a descubrir en cada etapa lo que Dios me regalaba a través de un lento y progresivo proceso de discernimiento, que junto con las comunidades formativas y los diferentes provinciales con lo que he tenido el gozo de crecer, todos ellos me han ido ayudando a discernir la voluntad de Dios. Por mi parte solo he tenido que dejarme conducir y escuchar con mucha atención lo que ellos me iban insinuando y lo que yo iba descubriendo por mí mismo con la ayuda de todos ellos. Me han ido acompañando y valorando hasta llegar a este momento… Hay una certeza, un fuego interior que me dice que esta es la voluntad de Dios para mi vida. Mi profesión solemne simplemente es la confirmación muy discernida y acompañada de la llamada primera que Dios me hizo al principio cuando entré en la Orden, y mi pasión por Jesús y el Carmelo cada día crece y cada día me siento más agradecido. Y puedo decir que hay muy poco mérito mío, que todo es gracia tras gracia. Me siento como el niño mimado de Dios ¿dónde me llevará? No lo sé, lo que sí sé es que la gracia que recibo de Dios es inversamente proporcional a mi fragilidad.

¿Qué significa para ti hacer tu profesión solemne?

Es la pobre respuesta que puedo darle a Jesús ante su amor sobreabundante para conmigo, un compromiso de mi amor por Él ante la desmedida generosidad que derrama sobre mi cada vez que me acerco sinceramente a Él, pues su misericordia siempre nueva y sorprendente sobrepasa todas mis expectativas, es la forma que tengo de vivir en gratitud y gratuidad ante Él, uniéndome a Él para siempre con mi compromiso de fidelidad a Él en la Orden de Teresa y Juan de la Cruz.

¿Cuáles crees que son los mayores desafíos que enfrentarás en tu vida religiosa?

Es difícil precisar una respuesta pues ya sabemos lo que nos dice la Palabra de Dios que los caminos de Dios son inescrutables, “sus caminos son más altos que nuestros caminos”, y si nos dejamos llevar por sus sorpresas nada es predecible en Dios, pero sé que el desafío más grande que voy a enfrentar no es lo que me venga de fuera, las sorpresas que Dios me tiene preparadas sino que la lucha viene y vendrá de mi interior, mis bloqueos, mis handicaps, mis miedos, mi incoherencias… todo ellos forma el gran desafío que estoy llamado a enfrentar con paciencia y humildad para ir entregándome cada día más a la voluntad que Dios quiere para mi aunque muchas veces no la entienda.

¿Cómo ves tu papel dentro de la comunidad religiosa y en la sociedad en general?

Ante todo, ser un testigo de comunión en la Iglesia y en la sociedad, ante la emergencia desmedida de tantas polarizaciones y divisiones en muchos ámbitos: social, eclesial, personal, etc… ante las actitudes de desprecio que vivimos continuamente hacia los que piensan distinto a uno mismo. A pesar de que soy una persona intensa, vitalista y extrovertida, me siento llamado a vivir cada día más hacia dentro, aunque soy un fraile de vida activa, siento una gran atracción por la vida de silencio, así que me siento llamado a vivir en medio de la vida activa del mundo la vida “contemplativa-claustral” en mi interior y tratar de comunicarlo a los demás, a pesar de los infinitos estímulos a los que este sometido, dejarme transformar por esa vida de silencio interior en mi relación viva con Cristo y solo cuando me deje traspasar por su mirada Él podrá traer esa paz y ternura, esa acción sanadora y salvífica de Cristo a través de mí a las personas que Dios ponga en mi camino.

¿Cómo integras la oración y la espiritualidad en tu vida diaria?

Este sí que es el gran desafío de la vida de un fraile carmelita descalzo, pues nuestro fundamento carismático es 100% contemplativo y 100% activo-apostólico. Como ya he dicho antes, el gran reto es procurar mantener la vida de relación viva e íntima con Jesús, vida de silencio interior y de contemplación en medio y por encima de los infinitos estímulos a los que estamos sometidos todos los que vivimos en el “mundo”. Esa vida interior silenciosa por medio de continuos actos de fe y de actos de presencia continua del Amado en nuestro interior es la forma que tengo para que el ritmo desenfrenado de este mundo en el que vivimos no me alejen ni un instante de la presencia amorosa del Resucitado que vive dentro de nosotros, pues como dirá nuestro padre san Juan de la Cruz, Dios está en el centro de nuestra alma por esencia continuamente aunque estemos en pecado mortal dirá él, pero, nuestra llamada consiste dejar que su gracia vaya penetrando más y más en nuestro interior para tomar conciencia de su presencia viva y continua por gracia, por medio de los sacramentos que nos ofrece la Iglesia, e ir liberándonos progresivamente del pecado. El problema es que los estímulos de los que hablaba antes, las heridas emocionales, los diversos complejos personales, la falta de fe, etc., hacen que nos olvidemos de esa presencia amorosa definitiva en nuestro interior, la realidad más profunda y liberadora que pueda descubrir e imaginar el ser humano, ese fue el gran descubrimiento de nuestra fundadora santa Teresa de Jesús para innumerables generaciones de todos los países, culturas y religiones.