Duruelo es un lugar
En los confines entre las provincias de Ávila y Salamanca, hallamos la alquería de Duruelo, un lugarcillo dentro del municipio de Blascomillán (Ávila). Discurre el Río Almar. Encontramos campos de cereal y un gran terreno de monte de encinas. El frío prolongado del invierno y el inclemente sol del verano son los propios del adusto clima de Castilla y León.
Este topónimo, compartido con otras tres aldeas —cada una en una provincia: Ávila, Segovia y Soria—, pasa desapercibido para todos menos para quienes amamos el Carisma Teresiano, que, peregrinos de nuestros orígenes, en la soledad del lugar y su austeridad evocamos la vida contemplativa que soñaron Teresa de Jesús y Juan de la Cruz; aunque, ciertamente, no identificaron la experiencia del Carmelo renovado con esta soledad.
Duruelo es un acontecimiento.
En pleno siglo XVI, una mujer emprende la aventura de crear una casa de hermanas que vivan solo para Cristo, en la tradición orante de la Orden del Carmen. Pese a las incomprensiones y los prejuicios, el Evangelio se abre paso. El Prior General de la Orden del Carmen avala ese proyecto e invita a la Madre Teresa de Jesús a realizar más fundaciones. Santa Teresa eleva la apuesta: hacer lo mismo con varones… Aunque surgen temores en los superiores del Carmelo castellano, el Prior General termina concediendo el permiso. Era el 10 de agosto de 1567.
Un año después, el 10 de agosto de 1568, Santa Teresa de Jesús llega a Valladolid para su Cuarta Fundación; le acompaña un fraile que Dios ha puesto en su camino; en aquellos días hace de maestra de espíritu del joven fray Juan de Santo Matía: le enseña las características de su proyecto comunitario: la mortificación de la voluntad, así como «nuestro estilo de hermandad y recreación». Se realiza lo imposible: una monja funda un convento de frailes, inspire la vida de estos sesudos varones e, incluso les da normas.
Los frailes Carmelitas se asientan en Duruelo en el primer domingo de aquel Adviento. Pobreza y simplicidad, bajo la protección maternal de la Reina del Carmelo, la Virgen María. Un tiempo de esperanza y oración, deseando volver a la sencillez con que Cristo vivió en nuestra tierra. Buscaron crear otro Portal de Belén, lejos de las casas de los satisfechos, en el desvalimiento, con una total confianza en el amor incansable de Dios.
Duruelo es un reto
En los escritos y en los hechos de San Juan de la Cruz descubrimos un alma enamorada de Cristo: hace de toda su vida un ejercicio de amor. En su búsqueda del rostro del Amado, se hace consciente de que los bienes naturales y sobrenaturales, aunque buenos y regalados por Dios, pueden distraernos de lo que de verdad importa: la comunión de vida y amor con el Amado. Su deseo de autenticidad le hace entrar en la Orden del Carmen; pero luego, insatisfecho, sueña con esconderse en una cartuja. La Madre Teresa de Jesús discierne la verdadera llamada de Juan y lo encamina a la empresa de recrear la vida carmelitana en Castilla.
Y llega el momento de ir a Duruelo. El despojo se hace total: La pobreza del edificio, que los visitantes no veían ni adecuado para cuadra, el aislamiento, una austeridad que la Madre Teresa veía exagerada, pero que correspondía a los criterios de las «reformas» de aquel tiempo. Quizá el mayor despojo fue el interno: el Prior quería ser protagonista en la Historia de la Orden, las vocaciones llegan muy poco a poco… Solo Dios.
¿Podremos nosotros abrazar el despojo de Duruelo para construir el Carmelo Teresiano del Siglo XXI?
P. Antonio Benéitez, ocd