Hoy es Jueves Santo, el “día del amor fraterno”. Jesús, esta tarde, nos da una lección de entrega manifestada en el servicio. Se quita el manto, se ciñe una toalla y lava los pies a sus discípulos… Era un gesto que tan solo los esclavos hacían a sus amos o las mujeres a sus esposos. “Cristo, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios, al contrario, se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo pasando por uno de tantos” (Flp 2,6-7). Toma el rango más inferior —el rango del esclavo, de la mujer— ante la sorpresa o incluso indignación de los apóstoles. Esta es la grandeza de nuestro Dios: “Yo estoy en medio de vosotros como el que sirve” (Lc 22,27).
Cuando Jesús está a punto de morir, quiere darnos ejemplo del amor mayor. Y nos pide que amemos como Él, que sirvamos como Él. Esta es la cumbre de la vida espiritual.
Así lo entendió santa Teresa, cuando en las séptimas moradas, hablándonos, nos exhorta: “¿Sabéis qué es ser espirituales de veras? Hacerse esclavos de Dios, a quien, señalados con su hierro que es el de la cruz, porque ya ellos le han dado su libertad, los pueda vender por esclavos de todo el mundo, como Él lo fue; que no les hace ningún agravio ni pequeña Merced… Así que, hermanas, para que lleve buenos cimientos, procurad ser la menor de todas y esclava suya, mirando cómo o por dónde las podéis hacer placer y servir; pues lo que hiciereis en este caso, hacéis más por vos que por ellas, poniendo piedras tan firmes, que no se os caiga el castillo”. (7M 4,8). “Como Él”: esta es la clave.
También Teresa de Lisieux nos habla de tener esta actitud de servicio con nuestros semejantes: “¡Y qué paz inunda el alma cuando se eleva por encima de los sentimientos de la naturaleza…! No, no existe alegría comparable a la que saborea el verdadero pobre de espíritu. Si pide con desprendimiento algo que necesita, y no solo se lo niegan, sino que hasta intentan quitarle lo que tiene, está siguiendo el consejo de Jesús: «Al que quiera ponerte pleito para quitarte la túnica, dale también la capa…» Darle también la capa es, creo yo, renunciar una a sus últimos derechos, considerarse como la sierva y la esclava de las demás.” Ms.C 16vº
Cuando Teresa de Jesús nos habla de la persona orante, no se refiere a alguien que pasa horas con las rodillas hincadas, sino a personas con tres actitudes vitales fundamentales: desasimiento (u olvido de sí), amor fraterno, y humildad (o “andar en verdad”). Quien ama, se olvida de sí, anda en la verdad, es incondicional…
Jesús, aquel que “pasó haciendo el bien” (Hch 10,38) se nos da, se nos entrega. Y nos dice “¿Comprendéis lo que acabo de hacer con vosotros? Vosotros me llamáis Maestro y Señor, y tenéis razón, porque efectivamente lo soy. Pues bien, si yo, que soy el Maestro y el Señor, os he lavado los pies, vosotros debéis hacer lo mismo unos con otros. Os he dado ejemplo, para que hagáis lo que yo he hecho con vosotros”. (Jn 13,12-15).
Este Jueves Santo, meditemos sobre las actitudes y gestos de Jesús en las últimas horas de su vida. Sigámosle sin miedo, con confianza y alegría. Jesús nos invita a un banquete, a una fiesta, en la Eucaristía.
Nos dice Teresa de Lisieux: “¿Y qué banquete puede ofrecer una carmelita a sus hermanas sino un banquete espiritual compuesto de caridad atenta y gozosa? Yo no conozco ningún otro, y quiero imitar a san Pablo, que se alegraba con los que estaban alegres. Es cierto que también lloraba con los tristes, y que las lágrimas han de aparecer también algunas veces en el banquete que yo quiero servir; pero siempre intentaré que al final esas lágrimas se conviertan en alegría, pues el Señor ama a los que dan con alegría” (Ms.C 28vº).
Demos este banquete, con alegría, a todas las personas que están en nuestra vida. Y no olvidemos que “cuando lo hicisteis con uno de estos mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis” (Mt 25,40).
Hna. María del Puerto Alonso Fernández, Carmelita Descalza (Puçol)


