Nos acercamos a la festividad de San Juan de la Cruz. Ante esta fecha, hemos charlado con uno de los escritores que más le conocen y más han hecho por divulgar sus textos. Se trata del periodista y escritor Carlos Aganzo. Junto a él, nos acercamos hoy a la figura de San Juan de la Cruz y Santa Teresa de Jesús.
¿Qué te llevó a elegir a San Juan de la Cruz y a Santa Teresa de Jesús como temas para tu poesía?
Cuando era un niño, San Juan de la Cruz ya era uno de mis poetas favoritos, junto con Antonio Machado. Las imágenes del Cántico espiritual me parecían algo absolutamente asombroso, plenamente poético. Más tarde, cuando lo escuché en la voz de Amancio Prada, cuando tenía catorce o quince años, su sonido se quedó ya para siempre en mi oído. A Teresa de Jesús la conocí más tarde, a través de su prosa, y de manera muy especial desde que llegué a Ávila. Todo lo que ellos escribían a mí me daba pie para escribir mis propios poemas.
¿Cómo descubriste la conexión entre tu voz poética y la espiritualidad de estos santos?
Mis poemas siempre han buscado ese “ir más allá” de la voz poética, ese “no sé qué que quedan balbuciendo”. Ese misterio que debe tener todo poema que se precie de serlo. Las imágenes y los símbolos que utilizan tanto uno como otro me facilitaron, como lector, esa entrada a un mundo al que, como decía Santa Teresa, sólo se puede acceder a través de la palabra. El paso de lo que leemos a lo que escribimos siempre es el más natural en nuestra tradición, de modo que al final uno nunca sabe si lo que dice lo dice él o lo dicen los autores que ha leído. O todos a la vez.
¿Cómo abordas el proceso de escribir poesía sobre figuras históricas y espirituales como San Juan de la Cruz y Santa Teresa de Jesús?
Más que escribir poemas “sobre” Juan o Teresa yo escribo poemas “con” ellos. En diálogo con ellos a través del tiempo. Mi libro ‘La hermosura’ lleva como subtítulo “Veintisiete poemas con Juan de Yepes”. Sus palabras me invitan a escribir con mis palabras. Sus emociones sobre mis emociones. La grandeza de la escritura es que nos llama a cada uno por nuestro nombre. Y nos invita a responder.
¿Hay algún aspecto particular de sus vidas o enseñanzas que te haya inspirado más?
La vida, tan diferente, de cualquiera de los dos, es siempre inspiradora. De Teresa de Jesús me atrajo siempre su amor por la escritura, así como su sentido de la intimidad, de lo familiar, de la pequeña vida de convento, como fuente inagotable de encontrar en el interior las respuestas más altas que todos buscamos. Como peripecia vital, la fundación de San José me parece una de las grandes gestas de nuestra historia espiritual. De Juan de la Cruz siempre me impresionó su capacidad de tocar la belleza más alta desde su más bajo estado en este mundo: encerrado en ese vientre de ballena del cautiverio en Toledo, sufriendo el dolor y la tortura y, sin embargo, buscando al amado con toda la emoción imaginable por bosques y espesuras encendidos. Su llama de amor viva más allá de toda circunstancia biográfica.
¿Has enfrentado desafíos específicos al expresar las experiencias espirituales de estos santos a través de la poesía?
El mayor desafío de la mística es siempre tratar de expresar lo inefable, lo que no se puede expresar. Por eso el lenguaje poético es el único capaz de conseguirlo. En el caso de San Juan, el desafío se saldó a su favor gracias a su sabiduría, a su profundo conocimiento no solo de la escritura bíblica, sino también de otras fuentes de espiritualidad, como la judía o la sufí, que impregnaban la cultura de su época, y que hoy sirven para que lo admiremos en todo el mundo como el gran místico universal que es. Para Santa Teresa, el desafío era aún mayor, porque su lenguaje no buscaba únicamente el recurso de los grandes símbolos o las grandes referencias, sino que quería contar desde abajo y desde dentro, con la mayor sencillez posible, la enorme complejidad de su experiencia. La propia capacidad del lenguaje llano, con caminos hasta entonces inexploradas, para alzarse en vuelo mucho más allá de la realidad palpable. Obligando al lenguaje a que ‘hablara’, Teresa de Jesús fundó las bases de la riqueza del castellano actual.
¿Cómo te relacionas con la rica tradición poética y espiritual asociada con San Juan de la Cruz y Santa Teresa de Jesús?
A través de ellos y después de ellos, me he acercado más tarde a otros poetas místicos y espirituales, desde Hildegarda de Binge hasta Abulafia o el turco Yunus Emre, pasando por los nuestros Fray Luis de León, Fray Luis de Granada o Juan de Ávila. Pero también soy muy sensible a la huella de Teresa y de Juan en tantos y tantos poetas posteriores a ellos. Soy de los que piensan que el santo entierro del que habla Cervantes en El Quijote es una referencia a San Juan. Y de los que sabe todo lo que le deben al poeta de Fontiveros los sonetos del Amor Oscuro de Lorca, por ejemplo, o tantos y tantos poemas de Antonio Machado, María Zambrano o Unamuno, por hablar solo de referencias mayores de nuestra literatura.
¿Haces referencia a obras anteriores o buscas establecer un diálogo poético con otros escritores que hayan abordado temas similares?
Tal vez esas otras lecturas, más allá de Santa Teresa o San Juan, se han infiltrado ya también en mi expresión, pero en realidad lo que trato es de seguir dialogando “en directo”, palabra a palabra con sus textos, sin recurrir a terceros.
¿Cómo esperas que tu poesía impacte a aquellos que pueden no estar familiarizados con la vida y obra de estos santos?
Estaría muy contento si alguien que escucha un poema mío vestido por San Juan o por Santa Teresa se conmueve. Y si de esa conmoción, además del latido de la propia experiencia del que escucha surge la necesidad, la curiosidad o el impulso de acercarse a las fuentes. Si se siente apelado, de una u otra manera, por ese no saber sabiendo de la palabra poética que ellos manejaron con tanta maestría.
¿Has notado diferencias en la recepción de tu poesía entre audiencias familiarizadas y no familiarizadas con la espiritualidad de San Juan de la Cruz y Santa Teresa de Jesús?
Muy poca, más allá de que el lector avisado identifica con más facilidad la referencia. Pero creo que la emoción, de existir, es la misma. Incluso que puede ser más intensa por el que no sabe nada de Juan ni de Teresa, por el que recibe la palabra encendida de manera directa, sin filtros ni mixturas. El lenguaje de la hermosura, recordémoslo por Juan de la Cruz, es el que se manifiesta toda ciencia (y toda erudición, por supuesto) trascendiendo.
¿Cómo ha evolucionado tu enfoque poético hacia estos temas a lo largo del tiempo?
Quisiera pensar que he incorporado estos asuntos a mi lenguaje personal, más allá de lo necesariamente espiritual. A mi escritura cotidiana en otros caminos de la poesía o incluso en mi escritura ensayística y periodística. Y que lo voy acercando a los problemas, a los desafíos, a las inquietudes y las intemperies de mi época. Digamos que a zaga de su huella busco ahora mi propia palabra en el tiempo.
¿Te has sentido influenciado por nuevas interpretaciones históricas o por tu propio crecimiento espiritual?
Me han gustado más o menos algunas aproximaciones, sobre todo a la figura de Teresa de Jesús. Algunas me han parecido tremendas. Pero en general, en su caso, creo que cuanto más se la reinterpreta en la historia, más y más grande se hace su impronta. En el caso de San Juan es diferente, porque su poesía sigue muy, pero que muy por delante de su propia biografía, que quizás está necesitando de un buen aggiornamento en nuestros días.
¿Cuál es tu conexión personal con la espiritualidad de San Juan de la Cruz y Santa Teresa de Jesús?
Creo que tenemos una relación íntima, personal. Diría que familiar, en el sentido más alto del término. Cuando ando por el mundo busco que mis huellas se adapten a sus huellas, para sentirme en casa estando fuera, para no quedar entre las azucenas olvidado. Y cuando regreso a Ávila, siento que estoy en casa. En la casa familiar.