Con fuerte arraigo en nuestra tierra, cada año en julio celebramos a la Santísima Virgen del Carmen: la honramos mediante la celebración de la santa Misa, junto con nuestras novenas, procesiones, ofrendas de velas y flores. Podemos también honrarla cada día del año, cada hora del día, cada momento de nuestra vida: portando sobre los hombros el Santo Escapulario de la Virgen del Carmen. Aun-que posteriormente se han confeccionado escapularios dedicados a otras advocaciones, el de la Virgen del Carmen fue el primero y sigue siendo el principal, así que cuando decimos o escribimos la palabra «escapulario», sin más añadidos, todos entendemos que se refiere al escapulario de la Virgen del Carmen.
Todos sabemos que esta advocación mariana viene de oriente: el Monte Carmelo es una sierra de Israel, entre el Mar Mediterráneo y Galilea. Siempre verde, llena de fecundidad y belleza. Allí, en uno de sus valles, junto a la Fuente del Profeta Elías, unos ermitaños levantaron una pequeña iglesia dedicada a Nuestra Señora. A causa de la presión de los sarracenos, los eremitas comenzaron a emigrar a Europa, a partir de 1238, y fueron difundiendo la devoción a la Virgen María, Reina y Hermosura del Monte Carmelo. Prendió en España este amor y aquí la llamamos, con sencillez, Virgen del Carmen.
La solícita protección de Nuestra Señora del Carmen sobre sus devotos se hace visible en el escapulario: en origen una prenda del hábito de frailes y monjas, que se extendió, en forma apropiada a los seglares. El escapulario de la Virgen del Carmen, dos piezas de tela que cuelgan sobre el pecho y la espalda, unidas por cintas o hilos, hace que sean visibles los brazos de la Santísima Virgen María que maternalmente rodea y defiende a cada uno de sus hijos amados.
Sin duda, es un regalo de la Virgen María a la Orden carmelitana, como expresa la tradición de que San Simón Stock, carmelita inglés, lo recibió de Nuestra Señora en 1251. El amparo que ofrece la Virgen a los que se acogen a ella es maternal, y como hacen siempre las madres, abarca todo tiempo: en la vida, en el momento de la muerte, en el Purgatorio.
La orden carmelitana, las cofradías del Carmen y todos los devotos consagran cada año el 16 de julio a agradecer los beneficios recibidos de tan tierna madre, dedicándole también cada sábado, día mariano de toda la Iglesia, en que la tradición nos dice que la Virgen del Carmen ejerce especialmente su patrocinio sobre las ánimas del Purgatorio.