Cuando dan las 12, la hora mariana por excelencia, muchos hijos de María invocamos a nuestra Madre con el rezo del Ángelus. Es una manera de hacer un parón en la jornada para acordarnos de aquella mujer escogida por Dios para ser la Madre de Cristo Jesús. Si además lo hacemos en Zaragoza; ya sea en la plaza de Pilar o dentro de la basílica en la Santa Capilla, se entona antes esa letrilla que nos ayuda a poner nuestro corazón junto al Pilar:
«Bendita y alaba sea la hora en que María Santísima vino en carne mortal a Zaragoza. Por siempre sea, por siempre sea bendita y alabada».
Día a día uno crece en amor a la Virgen con esta devoción y otras muchas. Así lo vive un carmelita descalzo que desde niño pone la mirada en María bajo otra advocación, Nuestra Señora de Covadonga. Llega a tomarla como apellido religioso al vestir el hábito, pero luego cambia por el Niño Jesús. Hablamos del Beato Eufrasio del Niño Jesús. Uno de los primeros mártires españoles que es asesinado por odio a la fe. Y hay que subrayar que es de los primeros porque sufre en primera persona la terrible revolución de 1934 en Oviedo, donde tantos católicos son asesinados por su tenacidad en mantenerse firmes en la fe. Luego llegarían las cruentas persecuciones de 1936-1939…
Pero vamos a lo que queremos recordar en este día, 12 de octubre de 2024. Además de la fiesta de la Virgen del Pilar, es también la conmemoración del martirio del Beato Eufrasio. Y nada menos que ¡el 90 aniversario! ¡Hoy se cumplen 90 años de la entrada en el cielo de nuestro querido Eufrasio del Niño Jesús! No es cuestión de entrar en muchos detalles, ya tendremos tiempo de ello en otro momento. Ahora vamos a Oviedo. Retrocedamos en el tiempo hasta el 12 de octubre de 1934 y acerquémonos al mercado viejo. Son cerca de las 12 de la mañana. Llega un coche. Bajan al P. Eufrasio y lo llevan a empujones y medio arrastras hasta uno de los muros de la parte trasera de dicho mercado. Eufrasio sabe lo que llega. Por eso dice a sus verdugos: «Yo os perdono». Y además exclama por dos veces, «¡Viva Cristo Rey!». Apoyado contra el muro, ve como tiene tres fusiles preparados para disparar contra él. Antes del momento final vuelve a gritar «¡Viva Cristo Rey!». Cae herido de muerte. Reza en susurro desde el suelo mientras su sangre riega el lugar. Para consumar el sacrificio un cuarto disparo termina con la vida del P. Eufrasio. Los asesinos se van. La cabeza ha caído sobre una piedra que se tiñe de rojo con la sangre de un mártir que ahora intercede por nosotros desde el cielo. Su cuerpo queda abandonado a la intemperie hasta que el día 18 es recogido por la Cruz Roja y llevado al crematorio de San Roque. Perdemos sus restos mortales, pero no su dilatado y enjundioso legado de escritos de todo tipo.
Así termina la vida de este insigne carmelita descalzo que nos deja un testimonio auténtico de vida de fe. ¡Sin miedo! ¡Decidido! ¡En suma paz interior! ¡Dejando todo en Dios! ¡Pidiendo perdón! ¡Amando!… Rezando en voz baja tras recibir los disparos y antes clamando con todas sus fuerzas para que los presentes descubran aquello que da sentido a su vida y por lo que realmente se deja matar. Se trata de la plena unión con Cristo Rey. Sus últimas palabras son un encendido «¡Viva Cristo Rey!», el Rey de los mártires, al que tanto ama en esta vida y al que desde hace 90 años contempla cara a cara en el cielo.
Y después de leer estas líneas, ¿qué podemos hacer? Lo primero dar gracias a Dios por la vida y obra del Beato Eufrasio del Niño Jesús. Después conocerlo mejor leyendo los libros que nos presentan su intrigante biografía. Unido a ello, hemos de difundir la devoción a este beato mártir; y lo más importante, encomendarnos a su intercesión para que nos acompañe en el camino de la santidad. Y si además le presentamos alguna causa difícil que dé paso al milagro que se pide para su canonización, mucho mejor.
¡Beato Eufrasio del Niño Jesús, ruega por nosotros!
Fr. Rafael de la Virgen de la Antigua OCD