De lejos, todo se veía muy bien; de cerca, la cosa variaba. San Cayetano necesitaba en su conjunto una buena mano de pintura, y le tocó su turno. Para ello se concertó con la empresa de fiabilidad; y satisfizo el presupuesto, cerrado. Comenzaron el día 26 de febrero, previo al puente de Andalucía, y pararon cuando terminaron el día 22 de marzo, viernes de dolores. Un día muy señalado para los cordobeses y nuestra Casa, Colegio Virgen del Carmen y Hermandad de Jesús Caído.
Se afrontaron los colores blancos, albero y rojo sangre de toro, que van combinado en la mayoría de los metros cuadrados, desde la espadaña con su cruz hasta los zócalos. Abarcaban: la fachada de la iglesia conventual de San José (vulgo San Cayetano), el atrio de la iglesia y convento, las fachadas correspondientes de la Cuesta de San Cayetano (antigua Curia Provincial) y la fachada de la calle Eugenio D’Ors (hoy zonas de catequesis y biblioteca provincial). A la pintura mural se añadía la correspondiente a las 7 puertas y las rejas de las ventanas, cancela del templo y atrio. La obra se remataba sustituyendo la puerta de acceso al Huerto de Jesús Caído desde el atrio; previo a todo se eliminaron las hierbas de la cornisa del templo.
No fue necesario comunicar ni bendecir nada. El Señor lo hizo todo. Fue del modo siguiente: Por la mañana accedía el Vía Crucis del Colegio Virgen del Carmen, con 900 participantes y los espectadores que atraen los niños del centro; que partió del Colegio. De alguna manera, la mañana se asemejaba a una romería multitudinaria. Por la noche, concluida la Eucaristía, se llenaba la Cuesta de devotos, como todos los años, ante la salida de Nuestro padre Jesús Caído, en solemne Vía Crucis, que realiza su hermandad y comunidad. El lleno estaba asegurado; Él es centro de todos. Ambos acontecimientos fueron acompañados, también, por religiosos de la comunidad, como ya se indicó en otra ocasión.
Terminado los trabajos de pintores y los vía crucis, llegaron las aguas bendicionales enviadas por el Todopoderoso en abundancia desde el cielo.
Y la iglesia, convento como nuestras fachadas relucen con mucho más que un lavado de cara.