Este verano en el Desierto de las Palmas, como es habitual, se organizó un campo de trabajo para jóvenes. Compartimos el testimonio de uno de los monitores que estuvieron este verano. En esta edición participó el Carmelo Joven Descalzo.
Llegaron hasta el Desierto de las Palmas jóvenes desde Castellón, Valencia, Caravaca de la Cruz, Madrid y San Fernando.
Hubo tiempo para la formación, el trabajo y el ocio con el objetivo de seguir creciendo con el sentimiento de familia en el Carmelo desde el Carmelo Joven.
Compartimos el testimonio de uno de los monitores:
He acudido un verano más al desierto de las Palmas. Es fuerte la llamada del Desierto y a uno no le queda más remedio que acudir.
El entorno y la comunidad carmelita se dan la mano para alabar al Creador.
Sentido y espíritu se unen para ponerse en presencia del Amado y orar en silencio. “Una palabra habló el Padre, que fue su hijo, y esta habla en eterno silencio y en silencio ha de ser oída del alma”.
Así es, querido juan de la Cruz. Así es en mi vida cotidiana y así resuenan también estas palabras tuyas en el Desierto, pero más profundas, abismales, rotundas… No queda más remedio que acudir a su llamada.
Este verano la llamada sonó más fuerte, pues venía acompañada de una “invitación” de los hermanos carmelitas Alejandro y Juanjo para participar en un “campo de trabajo-convivencia” con un grupo de jóvenes, de diferentes lugares de España, y sus monitores.
Creo que Juanjo y Alejandro pensaron que por mi experiencia laboral podía ser útil en las tareas a realizar, de manera que llegué al Desierto con ganas e ilusión de participar en este encuentro, pero también con ciertos reparos.
Hace tiempo que el desierto me enseñó que, a su llamada, como a la vida, hay que acudir sin expectativas, sin pretensiones. Acoger y vivir con amor lo que Dios quiera poner en mí. Yo siempre me he llevado más de lo que he traído y dejado. Por eso la ilusión.
Los reparos venían por el hecho de pensar que más allá de mi experiencia laboral ¿Qué podría yo aportar moral, vital, espiritualmente a estos chicos y chicas? Tenía clara la respuesta: nada.
Decidí entonces apartarme un poco en sus horas de formación, oración, convivencia, etc… y conforme pasaban los días me fui dando cuenta de mi error. Pero no por ellos, sino por mí, porque ellos sí que tenían mucho que ofrecerme.
Estos tiempos tecnológicos, de bancarrota espiritual, donde parece que la juventud no va a ningún sitio, de comodidades superfluas, donde el futuro parece que empieza y termina en la inmediatez de un “like”, cegados por el brillo de una pantalla, me llevan en demasiadas ocasiones a tener la sensación de estar perdiendo la esperanza en el género humano. Cuando lo espiritual está, no ya en segundo plano, sino casi desaparecido, la sociedad se deshumaniza, el ego es protagonista y la relación con el prójimo siempre es para mi interés.
“Lo que existe en nuestras relaciones humanas existe en nuestra relación con Dios “. Así es, querido Franz Jalics. Al alejarnos de Dios nos alejamos de los demás hombres y mujeres. Y esto, como digo, me resulta desesperanzador.
Pero entonces viene este verano la llamada del Desierto, en forma de encuentro con estos jóvenes y sus monitores, y nuevamente me he ido con más de lo que dado. Alegre, pleno, esperanzado…muy esperanzado, porque estos chicos y chicas han renovado mi esperanza con sus risas, sus palabras, pero sobre todo su fe en Jesús y su grandeza espiritual pese a su juventud (lo llamo así a falta de una mejor definición, pero es que tienen un no sé qué…).
Por supuesto que tienen sus dudas, sus preguntas, pero lo ponen todo en manos de Dios.
Chicos, miro las fotos, os recuerdo y pienso que con gente como vosotros el mundo será un poco mejor.
Mi cerebro ha estructurado este escrito, pero las palabras nacen en otro sitio, de ese lugar donde lo autentico queda grabado y de donde surge la necesidad de dar las gracias.
Gracias Alejandro, trabajo, humildad y siempre la palabra justa, y gracias Juanjo, inagotable en el trabajo y didáctico en la conversación, por haber pensado en mi.
Gracias a la Comunidad del Desierto de las Palmas por su acogida.
Gracias al personal de servicio del Centro de Espiritualidad por su amabilidad y simpatía.
Gracias Memi por acompañarme y apoyarme, en la vida y en el Desierto.
A Sebas, siempre gracias a Sebas, preocupado por nuestros sentidos y atento, siempre atento a nuestro espíritu.
Gracias a los monitores, “canela fina” tamizada por Cristo. No dejéis nunca a los jóvenes.
Gracias, muchas gracias chicos, muchas gracias chicas, por renovar mi esperanza y por hacer que me vaya una vez más del Desierto con más de lo que vine y he dado.
Y gracias, Dios mío, por permitirme acudir una vez más a la llamada del Desierto: “Qué bien sé yo la fonte que mana y corre…”
Manolo Montes