Adviento

2 Dic 2023 | Actualidad

«Adventus», Venida. Nos adentramos en uno de los tiempos litúrgicos por excelencia de la vida cristiana, el tiempo de la espera en que peregrinamos, una espera confiada que anima y aviva a su vez esta buena Esperanza que nos hace sentir vivos.

La Liturgia que nos nutre, rica siempre, lo es especialmente en este tiempo. Tan cuidadosamente escogida, parece acompasar a cada latido la búsqueda de nuestro corazón, despertando el anhelo más profundo de nuestras almas y activando el deseo limpio y creciente del encuentro gozoso con el Señor que viene: “¡Ojalá rasgases el Cielo y descendieses!” (Isaías 63).

Como un amanecer, vislumbramos los atisbos de una certeza que nos arranca de nuestros letargos, anunciando los Cielos nuevos y la tierra nueva que esperamos (2 Pedro 3, 8-14) y que, lejos de dejarnos estáticos, nos invita a madrugar, a permanecer en vela (Marcos 13, 33-37), enderezando y preparando los senderos del Señor (Isaías 40/Marcos 1, 1-8).

En el horizonte se va perfilando el anuncio de la Salvación: “Dios anuncia la paz a su pueblo y a sus amigos y a los que se convierten de corazón. La salvación está cerca, y la Gloria habitará en nuestra tierra. Una cascada de armonía nos envuelve y nos hace desbordar de gozo en el Señor (Isaías 61), y alegrarnos con nuestro Dios (Lucas 1, 47). Misericordia y fidelidad se encuentran, justicia y paz se besan.

¡Dichosos los que esperan en el Señor! (Salmo 146). Es el tiempo de las promesas cumplidas, en el que no podemos sino cantar eternamente las misericordias del Señor (Salmo 88). El HÁGASE del Padre, principio y origen de todo, estimula y fecunda nuestro Hágase. Su Amor que mira desde el Cielo, suscita la fidelidad que brota de nuestra tierra. Su lluvia de Gracia hace germinar el Fruto, cuyos pasos señalarán nuestro camino.

Si hay una figura en la que fijarnos en este recorrido, es sin duda ninguna María. Ella que, con el transcurso de los siglos, recorre de extremo a extremo toda geografía humana, desde la piedad más sencilla y popular, hasta las laderas más íntimas de la entraña del hombre. Ella, en quien nos vemos sostenidos y agraciados por el Espíritu Santo que desciende a nuestro ser frágil y pequeño, pero inmensamente amado: “Alégrate, llena de Gracia, el Señor está contigo” (Lucas 1, 28). Es en Ella donde escuchamos la invitación a no tener miedo, y recibimos el impulso y la Fuerza de lo Alto que nos levanta y pone a prisa en camino más allá de nuestro pobre barro, pues es precisamente en nuestra humilde ofrenda en la que se fija el Señor para hacer en nosotros obras grandes, si nos dejamos moldear, porque nada es imposible para Dios (Lucas 1, 37). Gracias a Ella, a su generoso e incondicional, sabemos que también en nosotros es posible el maravilloso Misterio de la Encarnación.

Estamos ante la semejanza requerida en los amores perfectos, que tan bellamente nos desgrana San Juan de la Cruz en los Romances. Ante aquel Amor inmenso que nos abre al feliz descubrimiento de sabernos habitados por Aquel que nos hace libres y en Quien se revela nuestra verdadera identidad de hijos queridos, hacia la cual avanzamos. Es Dios con nosotros. Mi Dios conmigo. Tu Dios contigo.

De esta certidumbre, sazonada en la serenidad del que sabe en Quien ha puesto su confianza, brota una llamada. Es la audacia de la Esposa que aligera sus pasos y sale al encuentro del que ya llega, del que Nace del inolvidable Abrazo que origina en nuestros labios la disponibilidad del que presiente ya cercana la plenitud de los tiempos: VEN, SEÑOR JESÚS. Caminemos a tu Luz.

Hna. M. Verónica de la Santa Faz

Carmelitas Descalzas, Albacete

Adviento 2023