Junto al sepulcro de San Juan de la Cruz, en el monasterio que él mismo fundó y del que fue primer prior, la diócesis de Segovia ha inaugurado solemnemente el Año Jubilar Sanjuanista, con motivo del III Centenario de su canonización (1725) y del I Centenario de su proclamación como Doctor de la Iglesia (1925).
La celebración eucarística estuvo presidida por el obispo de Segovia, quien, en su homilía, subrayó la vigencia espiritual y teológica de San Juan de la Cruz como maestro para el hombre de hoy, especialmente en un contexto marcado por el desarrollo científico y técnico, pero también por una profunda sed de sentido. Recordando una pregunta del libro de la Sabiduría, el prelado invitó a confrontar el conocimiento humano con la verdadera sabiduría que procede de Dios, esa sabiduría “divina, misteriosa y escondida” de la que habla san Pablo y que San Juan de la Cruz encarnó plenamente en su vida.
Desde Segovia, el obispo expresó la comunión con los demás lugares sanjuanistas que celebran este Año Jubilar: la diócesis de Ávila, con Fontiveros, lugar natal del santo, y Duruelo, primera fundación masculina del Carmelo Descalzo; y la diócesis de Jaén, con Úbeda, donde San Juan de la Cruz entregó su vida al rezar maitines. Asimismo, recordó la comunión episcopal y el trabajo conjunto que hizo posible la concesión de este jubileo, agradeciendo especialmente la colaboración del prior general de la Orden, el Padre Miguel Márquez, y la solicitud realizada en su momento por el obispo emérito de Segovia, Mons. César Franco.
Inspirándose en las palabras de san Juan Pablo II, pronunciadas durante su histórica visita al sepulcro de San Juan de la Cruz, el obispo invitó a redescubrir al santo como “amigo y maestro que nos indica la luz que brilla en la oscuridad para caminar siempre hacia Dios”. En este sentido, señaló tres grandes claves de la espiritualidad sanjuanista especialmente actuales.
En primer lugar, el despojamiento interior, no como desprecio de la creación, sino como purificación del amor para que nada eclipse a Dios. Frente a la fascinación por el poder, la riqueza o la fama, San Juan de la Cruz recuerda que solo mirando a Cristo se ensancha verdaderamente el corazón y se aprende a amar a Dios como Él quiere ser amado.
En segundo lugar, destacó el amor a la Iglesia y a su unidad, tan necesario en el momento presente. San Juan de la Cruz y Santa Teresa de Jesús vivieron su fidelidad eclesial en tiempos complejos, marcados por heridas y tensiones, mostrando que la verdadera reforma nace de la comunión, la conversión personal y la acción de Dios en los pequeños.
Finalmente, el obispo subrayó la importancia del silencio, como camino para acceder a la sabiduría escondida de la cruz. En una época dominada por el ruido interior y mediático, recordó que solo el silencio habitado por la oración permite escuchar a Dios y abrazar la sabiduría del amor que se entrega en lo oculto y se solidariza con quienes sufren.
La homilía concluyó con una oración para que todos los peregrinos que se acerquen durante este Año Jubilar a los templos jubilares sanjuanistas puedan beber del espíritu que San Juan de la Cruz dejó en estos lugares y vean renovada su vida en un amor más verdadero e intenso a Dios.
Con esta celebración, Segovia se suma así al inicio de un tiempo de gracia, memoria y renovación espiritual, en el que la figura y el mensaje de San Juan de la Cruz vuelven a resonar con fuerza para la Iglesia y el mundo de hoy.


